29/9/11

Vuelvo a ver el mar




Mañana - o dentro de unas horas - bajaré de nuevo a ver el mar. Aún no puedo caminar por la orilla, aunque ya he cogido algunos pesos y no ha ocurrido nada pero caminar largas distancias con fuerza, todavía no es posible. Y me siento contenta.

El jardín está abierto para quien sepa acceder usando un raro lenguaje que uso para mi correo y que lleva alas en su final. Aún no está construido del todo pero se va, poco a poco, conformando un lugar que será el  cielo según lo entiendo. Un jardín donde compartiré con él, si quiere, largos crepúsculos con el sonido del saxo o las voces del evangelio de San Mateo; los domingos por la mañana - ignoro cómo miden el tiempo en el paraíso - acudiremos a pasear al alba o de buena mañana y a escuchar la orquestina que distrae a los paseantes. 

En mi jardín hay un edificio victoriano o lo habrá porque aún no me he decidido. Desde luego hay dos columna y un lugar secreto donde sólo él puede entrar. Con las flores más bellas y el agua limpia y clara de un riachuelo que reflejará nuestros rostros entre los nenúfares, con una mesa y sillas para sentarse y charlar, con el cielo azul  y limpio de la mañana y la sombra de una mimosa dejando caer sus flores sobre nosotros. 

Y hablaremos de cosas intrascendentes o de asuntos importantes. Quizás vayamos a montar a caballo, acudamos a visitar otros paraisos, recojamos los frutos del huerto que tendré plantado en la parte trasera, nos dé tiempo a leer el periódico celestial y a tomar bizcochos con chocolate en alguna merienda.

Podremos recibir visitas de quien desee conocer mi cielo. Habrá medios de comunicación al uso del cielo y un puente sobre un río esperando a ser cruzado mientras, en otro acceso, tendremos escaleras de mármol para bajar hacia el mar. Él leerá o escribirá o, simplemente, paseará pensando en sus cosas o recibirá a sus amigos y yo lo miraré en la lejanía o, mientras planto semillas y quito malas hierbas, sentiré su corazón junto al mío en un abrigo de confianza mutua que no me hará recelar de sus largas ausencias, si va a visitar a familiares o a otras amistades y no puedo acompañarle o él no lo desea.

Abriremos la ventana al mundo e intentaremos ayudar en lo que podamos: dando ideas, moviendo el viento a favor o en contra, sembrando esperanzas y consuelo porque eso es lo que su corazón dice  y celebra: el amor.

Por que sí, estoy segura de que subiremos a algún paraíso que nosotros nos hayamos preparado, sea el mío, sea otro. La cuestión es, si él me lo permite, estar junto a él o acompañar su ausencia, permitirme vivir sólo por él y por mí.

El resto, se ira viendo.

Y con ese rayo de luz, en breve, bajaré a mirar el mar y lanzar hacia la lejanía el contenido de mi corazón transformado en aire, en lugar de consuelo. Él, su valor, su cariño, su constancia y su desvelo convertirán, aunque sea en el frío silencioso de su ausencia, ese contenido en algo bueno, amable y sincero.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sé tú.

Contenidos relacionados

Contenidos relacionados