1/10/11

Mucha luz para todo el mundo

Siempre gracias muchas gracias, mucha suerte y conciencia. Buen fin de semana.





30/9/11

EDWARD ELGAR: Salut d'Amour



Caminaba entre la penumbra de tu ausencia. El ambiente estaba cargado, algo encapotado por las nubes. También llueve en el paraíso, pues las flores necesitan alimento y los cauces fluviales su húmedo contenido. 
De repente un tímido rayo de sol se infiltró hacia los juncos y les ayudó a recobrar su extrema palidez. El cáñamo, la pequeña flor del jazmín recreó su tez en el calor tibio de las horas tempranas, el jacinto recobró su tersura y sus pétalos violetas se sintieron más fuertes. El narciso no dejó de adorar su efigie dorada en el espejo acuático de la clepsidra. Las rosas estiraron sus espinas y la tonalidad de sus colores fue aumentando progresivamente. 

Volví a mirar al cielo. Las nubes iban abriendo poco a poco un claro para permitir el paso del azul, limpio y puro. El césped de la orilla reía con el paso de las aguas y las mimosas adornaban las pequeñas crestas con perlas amarillas, suaves, sedosas. El álamo parecía intensificar los verdes y amarillos de sus hojas y los eucaliptos entonaron una melodía alegre con aroma suave y encantador.

Tu silueta se recortó en el horizonte.  Mi corazón comenzó a palpitar fuertemente pero no quise ceder ante  su ímpetu y caminé, tranquila, para encontrarme contigo, de modo casual, perdiéndome entre los helechos que disfrutaban del encanto de tu llegada. La naturaleza se premiaba con tu acercamiento y hasta la enorme mansión reflejaba alegría blanca y profunda. 

Fue suficiente un segundo para entender lo que había pasado. El por qué del rayo de sol que activaba los sentidos de la naturaleza, la razón por la que las nubes se disipaban y permitían que la mañana se afianzara con nosotros.  

No necesité más que un pequeño vistazo para entenderlo: mientras procurabas que las hojas secas disimularan tus pasos y acariciabas con ternura el aire en nuestro entorno, te habías sonreído. Y entonces, se abrió el día y todo en la Tierra, se llenó de tu luz.












29/9/11

Vuelvo a ver el mar




Mañana - o dentro de unas horas - bajaré de nuevo a ver el mar. Aún no puedo caminar por la orilla, aunque ya he cogido algunos pesos y no ha ocurrido nada pero caminar largas distancias con fuerza, todavía no es posible. Y me siento contenta.

El jardín está abierto para quien sepa acceder usando un raro lenguaje que uso para mi correo y que lleva alas en su final. Aún no está construido del todo pero se va, poco a poco, conformando un lugar que será el  cielo según lo entiendo. Un jardín donde compartiré con él, si quiere, largos crepúsculos con el sonido del saxo o las voces del evangelio de San Mateo; los domingos por la mañana - ignoro cómo miden el tiempo en el paraíso - acudiremos a pasear al alba o de buena mañana y a escuchar la orquestina que distrae a los paseantes. 

En mi jardín hay un edificio victoriano o lo habrá porque aún no me he decidido. Desde luego hay dos columna y un lugar secreto donde sólo él puede entrar. Con las flores más bellas y el agua limpia y clara de un riachuelo que reflejará nuestros rostros entre los nenúfares, con una mesa y sillas para sentarse y charlar, con el cielo azul  y limpio de la mañana y la sombra de una mimosa dejando caer sus flores sobre nosotros. 

Y hablaremos de cosas intrascendentes o de asuntos importantes. Quizás vayamos a montar a caballo, acudamos a visitar otros paraisos, recojamos los frutos del huerto que tendré plantado en la parte trasera, nos dé tiempo a leer el periódico celestial y a tomar bizcochos con chocolate en alguna merienda.

Podremos recibir visitas de quien desee conocer mi cielo. Habrá medios de comunicación al uso del cielo y un puente sobre un río esperando a ser cruzado mientras, en otro acceso, tendremos escaleras de mármol para bajar hacia el mar. Él leerá o escribirá o, simplemente, paseará pensando en sus cosas o recibirá a sus amigos y yo lo miraré en la lejanía o, mientras planto semillas y quito malas hierbas, sentiré su corazón junto al mío en un abrigo de confianza mutua que no me hará recelar de sus largas ausencias, si va a visitar a familiares o a otras amistades y no puedo acompañarle o él no lo desea.

Abriremos la ventana al mundo e intentaremos ayudar en lo que podamos: dando ideas, moviendo el viento a favor o en contra, sembrando esperanzas y consuelo porque eso es lo que su corazón dice  y celebra: el amor.

Por que sí, estoy segura de que subiremos a algún paraíso que nosotros nos hayamos preparado, sea el mío, sea otro. La cuestión es, si él me lo permite, estar junto a él o acompañar su ausencia, permitirme vivir sólo por él y por mí.

El resto, se ira viendo.

Y con ese rayo de luz, en breve, bajaré a mirar el mar y lanzar hacia la lejanía el contenido de mi corazón transformado en aire, en lugar de consuelo. Él, su valor, su cariño, su constancia y su desvelo convertirán, aunque sea en el frío silencioso de su ausencia, ese contenido en algo bueno, amable y sincero.





¿Cómo no comprender tu dolor?

¿Cómo puede ser posible que no entienda tu dolor? Si lo abarco en mí aunque no te vea, lo acojo entre las costillas y lo apuñalo con el esternón para impedir que te dañe. Le dejo arrancarme el corazón para que el tuyo sobreviva a los vaivenes de la soledad sin amor, del desprecio ajeno, de las puñaladas recibidas a través de los años, de esas miradas de soslayo que no significaban nada más que miedo o desconocimiento pero que crucificaban tu sonrisa y bajaban tu rostro al desdén o a la miseria espiritual, esas palabras que fueron acorralando tu voz contra el fondo de una caverna de llanto y oscuridad , enrejada por tus cuerdas vocales.

¿Cómo ha llegado a tu mente el convencimiento de que ignoro tu ausencia? El frío tacto de tu vacío va caminando por mi corazón. La angustia de no verte, la tristeza de sentir que no volveré a recorrer tus ojos ni recortaré la distancia que se parapeta entre nosotros.  Tu sonrisa, tan dulce, simpática y cariñosa será regalo para otros corazones. 

Mi castigo es haber sido yo la autora del delito. Como estatua de sal, permanezco en mi sitio mientras el tiempo sopla sobre mi talla y va erosionando, poco a poco,  la ropa, la piel, el cabello. Soy incapaz de moverme y permanezco a la expectativa de tu perdón. Quizás no llegue nunca,  y sea esta sentencia la pena que me aguarda para el resto de mi vida. 

Pero también es posible que un rayo de tu estrella azul, aquella que me regalaste y de la cual guardo, en una bolsa, polvo cósmico, vuelva a brillar. Esa bolsa ayuda a que la vida permanezca en mi pecho y no se mustie la rosa que conservo en mi corazón, sólo para ti y el diamante que, tan bellamente, hemos ido puliendo a lo largo de este tiempo. 

¿Puedo pretender que conservar tu dolor para salvaguardar tu felicidad me ayude a que, alguna vez, asomen tus ojos  a esta humilde casa?   El castigo de Venus por haberte ignorado se ha materializado en tu ausencia y ahora, como siempre suele ocurrir cuando se va o desaparece lo que más queremos, ahora sí puedo decir que soy - quizás aún soy - o he sido amada aún sin merecerlo.

Por eso no sólo te dejo mis rosas sino que en cada pétalo, va escondido un beso.

Ei jardín de pétalos ocultos está abierto, sólo para ti. 

Y por ti, será magnificado el cielo. 






24/9/11

Entre dos fluidos




En estos días que he podido salir a caminar y a nadar, sobre todo en el mes de septiembre, disfrutaba de dejarme llevar por un agua cristalina, transparente, tranquila, sosegada, frágil, distraída y traviesa que se movía al ritmo de un vals sencillo hoy y mañana de un charlestón con olas bastante fuertes.

Al hacer "la plancha" o " el muerto" pareciame que dormía sobre un colchón suave, de agua, de espuma de mar.  El agua eliminaba de mí toda brusquedad, todo mal sueño,  las negatividades que me invaden, las víboras que rompen la estabilidad diaria. El mar abrazaba la espalda  peinaba el cabello, relajaba los músculos y relajaba tanto los nervios que era imposible marcarse de allí. De cuando en cuando daba la vuelta y sumergía el rostro en el agua. O lo colocaba de lado para poder respirar. 

Rra tal la sensación de paz, sólo atropellada por alguna pequeña ola que golpeaba la cara que no quería moverme de allí. Parecía que dominaba todo: el aire, el agua, el calor del sol, la luz,  que podía hacerlos míos pero eran, a la vez , de todos. 

Y entonces la realidad comenzaba su especulación: en el fondo veía, como en una clepsidra gigante, los malos momentos que hice pasar a los demás, las palabras violentas, los momentos dolorosos, de sufrimiento, los sentimientos lanzados, sin pensar, contra gente que desconocía, mis obsesiones, las trágicas consecuencias de mis pecados. 

Metía la cabeza en el agua y rompía a llorar, alejándome, gradualmente, de la zona de bañistas.

El mar volvía a darme la vuelta y pretendía que el sol sufragara los pecados cometidos sin culpa alguna, a base de calor. volvía la tranquilidad. Siempre hay solución para todo: pedir perdón, intentar contener los nervios, alejarme de personas y situaciones donde no debo meterme, romper con otras, erradicar de mi vida todo lo negativo . Y volvía a darme la vuelta.

Entonces la vi. Su rostro era pálido y sus cabellos rojizos. Tenía enormes ojeras y su piel era sumamente blanca. Bajó a la playa enfundada en un chandal de color azul verdoso, igual que el color del agua y una bolsa roja, sanguinolenta, furiosa. 

Miró en la dirección del sol y me dirigió una sonrisa. El mar comenzó a envalentonarse y las olas aparecieron de repente. Los  jóvenes salvavidas nos sacaron del agua.

Entonces recordé que había pedido morir de un paro cardíaco nadando en un temporal. 

Quizás fuera ella que venía a buscarme. Al menos a indicar que sí, que me haría caso, que ese sería mi final. Pero no era el momento. 

Subió sobre la arena, se enfundó el chándal  y se quedó dormida en la orilla. Y ya no he podido volver a rezar.

Creo que tengo que empezar a pedir perdón a muchísima gente. Mi deseo será concedido.

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